Javi (2): Erasmus

Podría parecer extraño si le dijera a alguien que me ha impresionado más el ambiente Erasmus que Finlandia en sí.

Y es que una experiencia como el Erasmus deber ser vivida para comprender todo su alcance. Tengo una imagen muy nítida del momento en que llegamos a Latolankatu: un barrio acogedor donde nos encontramos con varios estudiantes con sus bicicletas a los que mi amigo Santi saludaba como si los conociera de toda la vida, con el trato de un antiguo barrio de pueblo, he incluso mejor porque allí todos son estudiantes y todos tienen la misma edad. En Latolankatu reina un ambiente de camaradería. Todo el mundo lo comparte todo si es necesario y si te encuentras con alguien por el camino cuando vas a la compra no te olvidas de preguntarle si quiere que le traigas algo. Se podría decir que los Erasmus son una piña, al menos es la impresión que yo recibí.

Por supuesto, habrá mejores y peores amigos, y gente con la que uno no se lleva bien. Y los inicios siempre son duros: Santi nos relataba como la primera semana no conocía a nadie. Pero en todo caso ves que la gente que hace Erasmus es principalmente buena gente, personas extrovertidas, y por regla general, tipos majos.

Espero que esto también ocurra en las residencias de otras universidades de otros países…



Javi (1): Finlandeses y Finlandia

Tal y como prometí (You’re spanish, so I didn’t believe you, me dijo Vibhor ayer) aquí están las impresiones de Javi respecto a su viaje junto a nuestra querida Bea a mi nueva tierra.

Dentro de poco le podnré fotitos, pero tendréis que ser ligeramente pacientes (aun no se las que pondré, cada día que estuvieron aquí saqué más de cien) .

Allá va:

A mi regreso de Finlandia, mi amigo Santi, a quien fui a visitar junto con mi amiga Bea, me pidió que le hiciera un pequeño diario sobre mis impresiones en cuanto al viaje. Aquí lo presento ahora, dividido en tres apartados.

FINLANDESES Y FINLANDIA

Hay varias cosas que pueden llamar la atención de un español en Finlandia. Verdaderamente no es tan solo el idioma lo que nos diferencia tanto de este pueblo. Si uno viaja a aquel país se encontrará con gente con una “fisonomía rusa” muy marcada. La mayor parte de la población tiene caras anchas y cabellos rubios, y normalmente narices pequeñas. Pero más importante es su temperamento: los finlandeses son gente fría (en gran medida, una obviedad). Les ves caminando por la calle con caras largas, incluso con expresión de tristeza o enfado. Sin embargo, si abordas a cualquiera de esos transeúntes para preguntarles cualquier cosa, dibujarán una amplia sonrisa en su cara y te ayudarán en todo lo que puedan. Y no creo que lo hagan con hipocresía en absoluto.

No obstante, todos son seres humanos y también encontraremos a plena luz del día (y de la noche) a bastantes borrachos crónicos. Si bien todos con los que yo me topé en mi breve estancia eran más o menos inofensivos.
Hay otro punto en contra de los finlandeses: su exceso de frialdad. Según me contaron, está prohibido (o al menos muy mal visto) el acariciar a un niño pequeño. Un educador tan solo tiene permitido darle un toquecito de apoyo en la espalda. Quién sabe si ese sistema de educación no será el que forje a los alcohólicos del futuro, aunque pensándolo bien, siendo éste uno de los países con menos delincuencia del mundo, casi lo prefiero así.

Tuve la oportunidad de ver una escena muy típica en Finlandia cuando esperaba un día el autobús: los fineses van llegando silenciosamente a la parada, en la ocasión que relato, sobre todo madres con niños, y esperan el autobús sin hacer un solo ruido, incluso mirando al infinito, no fuera a ser que el cruzarse la vista con otro pudiera ofender. Me dijeron incluso que en Finlandia los perros no ladran.

Pero si de algo hay que calificar a los finlandeses (al menos a la mayoría) es de honestos. Allí nadie roba a nadie, y según me relataron, si pierdes por ejemplo, una bufanda, cuando vuelvas al lugar donde creíste perderla, con toda seguridad la encontrarás atada a un árbol.

Si tengo que hacer un balance de los pros y los contras de ambas sociedades, personalmente, yo me quedo con Finlandia.



Cena con Risto y Aila(2)

El salmón ahumado estaba delicioso (haz click aquí para leer la primera parte de este post), y la sopa estaba también espléndida, de modo que le dimos fin en poco tiempo. Si mal no recuerdo no había pan, y es que los finlandeses creo que no son muy dados al pan tal y como lo somos en España, sino que toman más pan negro que blanco y cuando lo toman blanco lo hacen con grandes cantidades de mantequilla; cosa, según parece, muy normal en el resto del mundo.

El vino con el primer plato

Para acompañar el salmón Risto abrió una botella de vino blanco. Justo debajo de la escalera y al lado de una estantería, Risto tenía un botellero en el que había unas veinte botellas de distintos vinos. El que sacó era un vino francés bastante decente que pegaba bastante con el pescado que estábamos comiendo y antes del segundo plato Aila, Risto y yo nos habíamos acabado la botella mientras hablábamos una vez más del alcoholismo de los finlandeses. Yo ya empezaba a estar un poco borracho por entonces.

El segundo plato

De segundo plato Risto trajo al principio una especie de bayas de medio centímetro de espesor y que probé solas, coincidiendo con el aviso de Aila que solas podrían estar algo malas. Después de probarlas solas las tomé como había que tomarlas: junto a puré de patatas y carne de reno.

Carne de reno
Estos son los ingredientes, aunque lo que preparó Risto tenía muchísima mejor pinta. Fuente (CC: by)

La combinación de las tres cosas era una delicia, y además era la primera vez para mí que tomaba el reno. Realmente las bayas rojas estaban deliciosas dándole un buen contrapunto a los sabores de lo demás. De paso me enteré de que reno en inglés es reindeer y que alce es elk. Para el reno Risto sacó una botella de Valdepeñas de su botellero que nos bebimos con ilusión, aunque rechacé una segunda copa para no acabar demasiado borracho con mis amigos fineses.

El postre: Leipäjuusto

Tras esto nos fuimos al salón y me trajeron un poste típico del norte de Finlandia, compuesto de trozos de una fruta de aspecto similar a la naranja, pero más amarga y con más pepitas servida fría sobre un trozo de queso de reno fundido y puesto al grill y aún caliente. La combinación de ambas cosas era una delicia, y, como del resto, no dejé nada.

Finalmente nos tomamos un par de tazas de té mientras me enseñaban algunos de los libros que tenían y hablamos de libros mientras tanto: Bukowski, Nick Hornby, etc y los libros españoles y en español que tenían. Risto, como buen profesor de literatura y estudiante de español al mismo tiempo se estaba leyendo El Quijote y Cien años de soledad. También tenían algo más de García Márquez y no recuerdo si alguna otra cosa.
También me enseñaron el libro que había escrito Risto sobre la lengua finesa y le seguimos dando un repaso a todos sus libros, con recomendaciones por ambas partes incluídas.

Mientras comíamos estuvimos escuchando el último cd de Coldplay y cuando este terminó, ya en la parte en la que estábamos tomando el té, me enseñaron el disco que compraron cuando estuvieron en Barcelona, el disco de Bebe, sobre la que tuve que confesar que no me gusta nada.

Nos acabamos mientras hablábamos los tés y les dije que era hora de irme, ya que realmente era tarde y hay un gran paseo entre Noljaka y Rantakylä. Les ayudé de nuevo con las tazas y comenzamos a hablar sobre lo que podíamos hacer la siguiente vez que nos vieramos. Risto me dijo que si me gustaba pescar y le contesté que nunca lo había hecho, así que podíamos quedar para averiguarlo.
Quedamos en un día pero le avisé de que a lo mejor mis amigos venían antes y que quería atenderles lo más posible, de modo que le dije que le enviaría un email confirmando o cancelando.

Nos despedimos y me dijo que si necesitaba una luz para volver a casa, que era muy importante llevar una en la bici, le dije que no había falta y me puse mis botas.
Antes de irme le pedí consejo a Aila sobre la ropa de invierno que debía llevar y me dijo que lo mejor para el invierno eran unas manoplas de cuero por fuera y de borreguillo por dentro, y me enseñó su staff de invierno para que me fuera haciendo una idea. Finalmente les dije adiós y me fuí.

En el camino a casa no encontré a nadie por la calle, salvo a tres personas en la puerta de un bar. Me sigue pareciendo extrañísimo.



Cena con Risto y Aila (1)

En el finnish friend meeting Risto y Aila quedaron conmigo en vernos pronto, una semana después, para cenar juntos. Los finlandeses suelen cenar entre cinco y seis de la tarde, de modo que retrasaron su cena y yo adelanté la mía hasta cosa de las siete y media.

El día señalado estaba en el meeting del teatro, en el que hice el tonto más que otra cosa y en el que solamente encontré gente rara con la que probablemente no quiera volver a relacionarme. No obstante, estoy en el grupo de teatro.
Volviendo al tema, tras mi interpretación poco convincente de un poema idiota, llegué ligeramente tarde a la casa de Risto. La casa estaba en el barrio de Noljakka, lo que parece ser el mejor sitio para vivir de todos en Joensuu, de modo que cogí mi bici en el centro, mi mapa y me fui para allá.

Casas en Noljakka
Una calle de Noljakka en otoño, durante la Ruska.

Llegando a la casa de mis Finnish friends en Noljakka

Risto y Aila estaban en la puerta esperándome. Como no habíamos dado una hora concreta de llegada, supuse que no llegaba ni tarde ni pronto, pero de todas maneras me disculpé por si acaso. Nos saludamos y entramos en la casa.

Al ser una casa finesa, la costumbre es quitarse a la entrada los zapatos. Esto responde a una cuestión práctica, y es que en invierno los zapatos vienen llenos de nieve y andar por la moqueta, parquet u otra superficie sobre el suelo mancharía demasiado el piso, de modo que nada más entrar me quité los zapatos y los dejé con el resto de las cosas de la familia.
Un gato negro de ojos amarillos bajó entonces por la escalera de caracol que había al lado del ropero. Se llamaba Merry (Como merry Christmas?, pregunté. No, como Merri el del señor de los anillos, me respondieron.).
Ciertamente, y aunque Aila me dijo que no le gustaban los extraños, Merri y yo hicimos migas en seguida y venía constantemente a mí a que le diera mimos. Y se los daba.

zapatos a la entrada
Así dejo yo mis zapatillas a la entrada de casa.

Risto se metió en la cocina y le seguí. La cosa olía bien pero no le pregunté cual era el menú, él iría enseñándomelo cuando fuera menester. Sobre la puerta de una de las estanterías de la cocina estaba un plano de una casa y en ella ponía «La costa del Sol», estando el piso en perspectiva caballera y con números sobre los objetos de la casa y las estancias. Debajo del dibujo ponía los nombres, en español, de las estancias y los objetos. Les pregunté si iban a comprar un piso en la costa del sol y me dijeron que no, que eran sus deberes de Español.

Risto me dijo que si quería un Martini seco antes de cenar y le dije que no solía pero que adelante. Trajo tres copas y nos sentamos en el salón.

La casa entera rebosaba libros, de cocina muchos de ellos pero la mayor parte de lectura, que llenaban las estanterías del salón, que llegaban del suelo al techo. Junto a ellas estaba el equipo de música y la televisión. Enfrente de la televisión, como mandan los cánones, estaba la mesa de café con los sofás de tela azul.

El aperitivo y la llegada del primer plato

Nos sentamos y nos bebimos el martini. No recuerdo de lo que hablamos, pero supongo que de mi tarde en el teatro, de Finlandia, de España y de más cosas.
Tras acabar el Martini Risto llamó a todos a la mesa, con lo que nos levantamos Aila y yo y nos fuimos a sentar. Había sobre la mesa unos pastelitos de Karelia, de los que hablé en el post anterior sobre el Finnish Friend Programme, con salmón ahumado (extremadamente caro por encima) y una sopa de salmón de la que Risto dijo que era receta familiar.

Sigue leyendo la segunda parte de este post, donde pruebo la comida hecha con ingredientes finlandeses.