Cena con Risto y Aila (1)

En el finnish friend meeting Risto y Aila quedaron conmigo en vernos pronto, una semana después, para cenar juntos. Los finlandeses suelen cenar entre cinco y seis de la tarde, de modo que retrasaron su cena y yo adelanté la mía hasta cosa de las siete y media.

El día señalado estaba en el meeting del teatro, en el que hice el tonto más que otra cosa y en el que solamente encontré gente rara con la que probablemente no quiera volver a relacionarme. No obstante, estoy en el grupo de teatro.
Volviendo al tema, tras mi interpretación poco convincente de un poema idiota, llegué ligeramente tarde a la casa de Risto. La casa estaba en el barrio de Noljakka, lo que parece ser el mejor sitio para vivir de todos en Joensuu, de modo que cogí mi bici en el centro, mi mapa y me fui para allá.

Casas en Noljakka
Una calle de Noljakka en otoño, durante la Ruska.

Llegando a la casa de mis Finnish friends en Noljakka

Risto y Aila estaban en la puerta esperándome. Como no habíamos dado una hora concreta de llegada, supuse que no llegaba ni tarde ni pronto, pero de todas maneras me disculpé por si acaso. Nos saludamos y entramos en la casa.

Al ser una casa finesa, la costumbre es quitarse a la entrada los zapatos. Esto responde a una cuestión práctica, y es que en invierno los zapatos vienen llenos de nieve y andar por la moqueta, parquet u otra superficie sobre el suelo mancharía demasiado el piso, de modo que nada más entrar me quité los zapatos y los dejé con el resto de las cosas de la familia.
Un gato negro de ojos amarillos bajó entonces por la escalera de caracol que había al lado del ropero. Se llamaba Merry (Como merry Christmas?, pregunté. No, como Merri el del señor de los anillos, me respondieron.).
Ciertamente, y aunque Aila me dijo que no le gustaban los extraños, Merri y yo hicimos migas en seguida y venía constantemente a mí a que le diera mimos. Y se los daba.

zapatos a la entrada
Así dejo yo mis zapatillas a la entrada de casa.

Risto se metió en la cocina y le seguí. La cosa olía bien pero no le pregunté cual era el menú, él iría enseñándomelo cuando fuera menester. Sobre la puerta de una de las estanterías de la cocina estaba un plano de una casa y en ella ponía «La costa del Sol», estando el piso en perspectiva caballera y con números sobre los objetos de la casa y las estancias. Debajo del dibujo ponía los nombres, en español, de las estancias y los objetos. Les pregunté si iban a comprar un piso en la costa del sol y me dijeron que no, que eran sus deberes de Español.

Risto me dijo que si quería un Martini seco antes de cenar y le dije que no solía pero que adelante. Trajo tres copas y nos sentamos en el salón.

La casa entera rebosaba libros, de cocina muchos de ellos pero la mayor parte de lectura, que llenaban las estanterías del salón, que llegaban del suelo al techo. Junto a ellas estaba el equipo de música y la televisión. Enfrente de la televisión, como mandan los cánones, estaba la mesa de café con los sofás de tela azul.

El aperitivo y la llegada del primer plato

Nos sentamos y nos bebimos el martini. No recuerdo de lo que hablamos, pero supongo que de mi tarde en el teatro, de Finlandia, de España y de más cosas.
Tras acabar el Martini Risto llamó a todos a la mesa, con lo que nos levantamos Aila y yo y nos fuimos a sentar. Había sobre la mesa unos pastelitos de Karelia, de los que hablé en el post anterior sobre el Finnish Friend Programme, con salmón ahumado (extremadamente caro por encima) y una sopa de salmón de la que Risto dijo que era receta familiar.

Sigue leyendo la segunda parte de este post, donde pruebo la comida hecha con ingredientes finlandeses.