Cuando la percepción sobre la nieve cambia

— ¡Me cago en la leche! Esta nevando.
— Joder, vaya mierda.

Y diez segundos después nos dimos cuenta de lo que habíamos dicho.

Hemos pasado del «qué bien, qué bonito, está nevando» a «oh, no, está nevando otra vez» en menos de un mes. Igual que el de la carta del Erasmus en Helsinki.

Del



En el Gligglin Marlin

Acabo de llegar de una noche de fiesta por ahí.

El Gligglin Marlin tiene entrada gratuita todos los domingos y además la pinta de basura (cerveza) está a dos euros, con lo que normalmente se organizan por allí buenas fiestas, más ahora que la gente toma conciencia de que se va… 🙁

Aun así tuvimos, aparte de una nevada de diez centímetros desde que entramos hasta que salimos, un buen rato por allí.

Ahí van algunas fotos.

Amichiiii!!!!

Vaya cara, Beyoncé

Clarita

No me jodas! Es el erasmus trio!

Adoro a esta mujer

Señoritas

No esta posando.

More señoritas

Florian, Bjarne y Loulou

Tampoco está posando

Esta con Carlson, nenes.

Lo más divertido es que, cuando salimos de fiesta y nieva, lo tradicional después es una guerra de bolas de nieve que puede durar hasta media hora, como la de hoy. Y después a estrenar caminos nevados con 10 cm de lo dicho. Y borrachos.

Awesome.



Rusia(9)

LLegamos a Pushkin pronto en la mañana. El autobús nos dejó a trescientos metros de la entrada, con lo que en el camino pudimos ver a niños rusos jugando en la calle (¿por qué no estarían en el colegio?) y los típicos puestos que hay al lado de todo monumento ruso.

El día era frío y amenazaba lluvia, así que nos pusimos rápido en marcha después de escuchar la historia de Tetris de que se había quedado dormida y de que se había olvidado algo en el hotel. Ya no recuerdo el qué, pero recuerdo que lo había dejado en su mochila.
El que sí se olvidó sesenta euros debajo del teléfono en el hotel fue Adam, que volvió a por ellos y seguían en el mismo sitio en el que los dejó.

Nos dirigimos sin más a la puerta para visitantes.

Diez minutos de cola para dejar el abrigo pasamos al otro lado a empezar la visita. No pudimos dejar de reparar en que pagamos 25 euros por esta visita pero en la taquilla (Kaka, en ruso) ponía que la visita sólo costaba 7. Extraño.

Nos pusieron a todos en la cola, nos contaron, y pasamos dentro. Para hacer la visita por el palacio nos teníamos que poner unos protectores para los zapatos para no rallar el suelo. Todo esto estaba en la planta de abajo, así que subimos a la planta de arriba y empezamos por el salón principal del palacio, completa y exageradamente decorado con oro.
Había más de un grupo haciendo la visita, la mayría de colegios rusos lleno de niños con (realmente) cara de rusos, y algunos con ese mostacho horrible de «aún no me he afeitado por primera vez». Esos niños intentaron mangar alguna cartera a algunos del grupo de nuestra visita: mientras algun niño que hablaba inglés distraía, los demás intentaban mangar a los presentes. Evidentemente eran todos malísimos y se les cogió con las manos en la masa y la cosa no pasó de ahí.

En cuanto a nuestro grupo, paramos un rato por allí, un grupo de música a capella nos cantó una canción y nos intentó vender alguno de sus discos y salimos del salón principal para ver el resto de las habitaciones.

Cada habitación tenía unos cuatro metros de alto y siempre tenía una o dos estufas igual de altas. Fuimos recorriendo en los pasillos viendo cosas como algún dormitorio, algún cuarto para comer y salones pequeños.
El papeo.

Después de unas cuantas habitaciones, entre ellas una en remodelación que parecía un salón gigante con las paredes y el techo llenas de pinturas llegamos a la habitación de ámbar, la estrella de Pushkin.

Lujo
Esto era y es lujo. Ostentoso y feo, por otra parte.

Al lado de la habitación de Ámbar, como en casi todas las habitaciones se podía ver una foto que comparaba el inicio de las tareas de restauración con cómo quedó finalmente.
La verdad es que no sé en qué se basaron los restauradores para dejarlo tal y como está actualmente, pero en una habitación (edificio) en el que simplemente quedaban unas paredes no y había forma de saber por ellas qué había en cada instancia es un poco dificil tener rigor. Yo, como digo, creo que fueron encontrando las piezas y las montaron a su gusto, con lo que lo que el visitante ve apenas es lo que debió haber en su día.

Seguimos con la visita. Por las ventanas que había a nuestra izquierda podíamos ver una serie de edificios adosados, de corte similar al palacio de Pushkin, pero bastante pequeños que eran las estancias del servicio.
En ocasiones la gente que vivía en Pushkin se encerraba en unas habitaciones y pasaba, por debajo de las puertas notas con la comida y las cosas que necesitaban. Los días de orgías.

Dimos la vuelta por un par de estancias y pasamos a ver las habitaciones del otro lado del edificio. Más o menos bonitas todas ellas, aunque la mayoría se había preocupado más del lujo de que fueran bonitas. Las últimas tenían sobre todo cuadros, armas, armaduras y vestidos del último zar de rusia, Alejandro tercero y su familia.

Quién mató al doctor Romanov?

Al terminar salimos fuera otro rato para hacernos las últimas fotos.

Haciendo el gamba.

De allí nos volvimos a San Petesburgo, donde nos dejaron en la plaza de la iglesia de San Isaac para que hiciéramos lo que quisiéramos con nuestra tarde.



Más frío en Finlandia…

Se dice que cuando no hay nada de que hablar se habla del tiempo. Pero cuando hace frío en Finlandia es imposible no hablar de ello.

En mi caso no sería totalmente cierto: tengo un montón de artículos en la recámara del blog y mil fotos para poner, pero la cosa se demora por culpa de mi examen de mañana y de que el resto del tiempo prefiero leer en internet que escribir en internet.

Pero lo de hoy, amigos, es noticia. A la salida de la biblioteca del Carelia noté que hacía un poco de frío de más, y por eso me fui rápidamente a comprarme las manoplas de cuero que tanto tiempo pensé en comprarme para volver tranquilamente a casa. Pero de tranquilamente nada.

Los quince-veinte minutos que hay entre el Carelia y Latolankatu han sido un infierno congelado. Menos diez es la temperatura que pone en Tutiempo, menos ocho mi terraza y seis bajo cero lo que pone en el Market Square, pero me creo más la de tu tiempo porque no sé dónde está tomada la temperatura, porque mi casa estando en un segundo estará más caliente(el calor sube, el frío baja) y el edificio del Carelicum en el centro está aún más alto.

La cosa es que se me han helado los dedos gordos, los pies y las piernas. Empieza a tener gracia esto de Finlandia…

El parte meteorológico de hoy anuncia …