Resumen(3)

El vuelo de Ámsterdam Schipol a Helsinki fue de dos horas, pero el piloto no pudo compensar el retraso de la salida y llegamos tarde a Helsinki.
En el avión volví a dormirme y hasta me perdí los pequeños pero al parecer deliciosos bocadillos que ofrecía la compañía. Al té si llegué y me puse una buena y caliente taza, para calmar un poco el frío que siempre hace en todos los aviones. Cuando me terminé el té, no demasiado bueno, me volví a echar el abrigo por encima y seguí durmiendo hasta el aterrizaje.

Hay personas a las que les asusta volar, y cuanto más vuelan más miedo les da; como mi hermano. Mi historia con los aviones no es tan mala.
El primer avión en el que me monté fue con unos tres meses, y a partir de ahí le he ido cogiendo gusto a los vuelos. Normalmente el despegue y el aterrizaje son lo que más miedo da, pero realmente son lo único interesante en el vuelo, y la sensación es parecida a una montaña rusa. Normalmente suelo coger un avión (dos, claro) cada dos años, pero este año parece que se están intensificando las cosas.

Desde luego yo me suelo sentir agusto en el aire. Las fotos que algunos amigos tomaron de las vistas a 10000 metros de altura, con el cielo despejado cuando sobrevolábamos dinamarca son geniales, y por el resto es tan malo como ir en autobús.

Finalmente aterrizamos en Helsinki una hora tarde, a cosa de las 5 de la tarde locales; demasiado tarde para coger ningún tren.
El aeropuerto de Helsinki era un caos para encontrar mi equipaje, pero bastó preguntar a una sonriente azafata y seguir al resto de la gente para llegar al lugar de recogida de los equipajes. Cogí mis cosas y salí detrás de las chicas españolas, con las que no llegué a hablar en ningún momento.
En el hall del aeropuerto ellas encontraron a su tutora y supe que me tocaba buscarme la vida más o menos solo hasta llegar a Joensuu. Se me ocurrió preguntar en el mostrador de Finnair si había vuelos que fueran a Joensuu con tarifa de last minute, pero desgraciadamente me tocó irme a la estación de tren.

En Helsinki, como en el resto de las ciudades importantes, hay más de una estación de tren. No sé el nombre de la más cercana al aeropuerto, pero para ir a la estación central hay que salir fuera del aeropuerto y tomar el bus local número 615 por 2,5 euros. Otra posibilidad es subirse en el bus de Finnair y llegar al mismo sitio, pero sale por el doble de precio. La frecuencia de autobuses no es terriblemente mala, de modo que no tuve que esperar mucho para coger el bus.

En el bus desde el aeropuerto hay un compartimento para los equipajes de la gente que se llenó en seguida y tuve que llevar todas mis maletas relativamente a mano. A mi lado se sentó una chica rubia, con ojos azules que parecía que sólo supiera mirar al suelo con ellos. También en el bus iban subiendo finlandesas y una pareja de ingleses que no pararon de hablar entre ellos en todo el viaje del aeropuerto a la estación de trenes. Yo intentaba entender algo pero sólo podía coger palabras sueltas. No muy esperanzador para el resto de mi estancia.

En las curvas del bus el equipaje que no estaba en los compartimentos se caía al suelo y había que estar muy pendiente de él. Durante todo el trayecto tuve que estar de esa guisa y no pude ver mucho de Helsinki, apenas las afueras, verdes por todas partes.

Media hora después de salir del aeropuerto, en la última parada del bus (por lo que no tiene desperdicio) llegué a lo que parecía una de las plazas principales de Helsinki. Muy amplia y austera, pero bonita. La estación de trenes era un vasto edificio marrón, con un capitel, columnas y unas pocas escaleras grises.
Bajé con la chica rubia del bus y entramos cada uno por separado en la estación de trenes.

Detro del edificio hay varias zonas, al entrar en el hall, a la izquierda, hay unos cuantos teléfonos. Le prometí a mi madre que llamaría cuando estuviera en Finlandia, con lo que intenté llamar desde las cabinas.
En el aeropuerto de Ámsterdam no había tenido problemas para llamar a España con España Directo, pero en Finlandia todas las cabinas son de tarjetas y el número gratuito de España Directo no funcionaba.



Resumen de mis primeros días en Finlandia (2)

Antes de entrar en el avión tuve que estar esperando con el resto de la gente a que abrieran la puerta del pasillo que conduce al avión. Parecía no ser el único en esa situación. Como la cosa tardaba saqué mi libro de Palahniuk y me lo puse a leer en una esquina, apartado de la cola de gente.

Cuando la cola empezó a avanzar, seguí leyendo; y así hasta que sólo quedamos unos cuantos. Un chico en la puerta con el pelo largo y rizado estaba diciéndoles a sus amigos que siguieran, que se metieran en el avión, que él intentaría arreglarlo.

En el avión me puse en ventanilla y detrás del ala, como me gusta. El avión salió con una hora de retraso y nadie del personal del avión hablaba español. Tuve que agudizar el oido para entender qué demonios estaban intentando decirme. Fue mi primer contacto con el inglés a gran escala. Nadie podía ayudarme a partir de entonces si no me ayudaba yo mismo. Ya estaba fuera de casa.
En el avión seguí con mi lectura y me quedé dormido hasta la hora del desayuno.

Compré mi billete en la página web de KLM, que no tiene precios del todo malos, aunque los horarios estén un poco pillados para llegar a Helsinki a tiempo para enlazar con el primer tren y hacer el viaje lo más corto posible. El equipaje se embarca en Madrid y se encargan de cambiarlo de avión automáticamente, cosa que me tenía preocupado por si no era verdad, pero que al final se solucionó solo. Sólo hay que preocuparse por coger el equipaje al final, ya que en el resto del mundo no bajas directamente del avión hacia los equipajes, sino que tienes que buscar tú mismo por los carteles en idiomas que no entiendes dónde están todas tus cosas.

El vuelo se me hizo corto por ir dormido la mayor parte del tiempo. En hora aterrizamos en el aeropuerto internacional de Ámsterdam, rodeados de niebla a pocos metros de la pista y frío.

En el aeropuerto nunca hay mucho que hacer si tienes que pasar allí tres horas de tu vida. Los vuelos sin escalas realmente valen el dinero que se paga por ellos. No obstante, Schipol está lleno de tiendas de todos los tipos en los que se puede pasear tranquilamente, eso sí, no con mucho equipaje de mano, como fue mi caso.

En la tienda de delicatessen me compré una caja de siroopwafelen, delicia holandesa con varios acidulantes y conservantes que sin embargo parece un par de tartaletas tostadas con una fina y riquísima capa de miel en su interior. El resto de las tiendas iban desde las ya clásicas tiendas de chocolate, donde los Toblerone son el artículo a adquirir, hasta las de alcohol de todos los colores y tamaños y que desgraciadamente tuve que dejar de comprar porque tenían un precio (caro) para viajar dentro de la UE y otro más barato para viajar fuera. De todas maneras mi equipaje de mano rebosaba cosas por su mala colocación y además ya pesaba lo suficiente.
También había tiendas de ropa, souvenirs holandeses, de gafas de sol y mucho más. El aspecto general del aeropuerto era de modernidad, y en él había una pared sobre la que se proyectaba publicidad, una fuente grande pero con pequeños chorros y muchos sitios donde sentarse, como el sofá estilo Dalí que representa unos labios.

Compré un paquete de chicles en la tienda de prensa internacional y leí los titulares de los periódicos españoles. No me iba a importar lo que pasase en España durante el próximo año. De hecho, el presidente podía haber sido asesinado y yo no me daría ni cuenta.

Después de eso me recosté en uno de los butacones para todo el cuerpo que había cerca de la zona de información y que daban a la ventana para poder ver despegues, aterrizajes y esos monstruos voladores quietos.
Luchando por no quedarme dormido ví un rato la CNN, leí a Palahniuk, hice un Tour por el cuarto de baño y me dí un par de paseos por el aeropuerto.

Cuando fui a embarcar ví que habían cambiado la puerta de embarque y por treinta segundos sentí un poco de pánico. Después pregunté y me fui hacia la mía tranquilamente.
Allí había un par de chicas que había visto en el vuelo Madrid-Ámsterdam, que estaban también esperando para ir a Helsinki. Las miré, me miraron y después de un retraso de una hora, embarcamos.
— Genial — pensé — ahora no cojo el tren a Joensuu ni de coña.



Resumen de mis primeros días en Finlandia (1)

Esta semana ha sido bastante intensa: aprender finés un poco (Kiitos, Anteeksi, hauska tutustua y cosas por el estilo), conocer a mucha gente (demasiados nombres para escribir), hacer varias fiestas (la última con presencia policial, pronto tendré fotos), mucha tortilla española y mil cosas más.

La cosa empezó así: el día antes de irme iba a ir a facturar el equipaje, pero tenía que ver a mis queridos amigos (increíble que tenga tan pocas fotos vuestras, colegas) y llegué a cosa de la una y media. Lo justo para pesar mi equipaje (30 kilos) y hablar con mi hermano.

A las tres de la mañana me levanté como un reloj y en cuanto me dí cuenta de lo que estaba haciendo noté un poco el miedo y la inseguridad ante todas las cosas que podían ir mal.
Me asustaba sobre todo que entre vuelos perdieran mi equipaje o que tuviera que facturar otra vez en ámsterdam lo que había facturado en España, siendo para mí solo un poco abrumador hacer todo esto.

Nos pusimos mis padres, mi hermana y yo en camino hacia el aeropuerto cargados de equipajes y un poco nerviosos todos. Mis hermanos nunca se fueron de erasmus, por lo que era la primera vez que todos nosotros nos veíamos en esa situación.

Una vez en el aeropuerto, una cola de cien personas con sus carritos de press here y el resto de sus cosas se empujaban mutuamente para pasar a facturar el equipaje.
Tras un buen rato en la cola (consejo: facturar el día de antes) llegué al mostrador en el que una amable chica me preguntó que si me iba de Erasmus y si tenía pasaporte (aquí en Finandia nadie ha oido hablar del DNI). Con una cara un poco menos alegre pero igualmente cándida me dijo que en Finlandia no iban a ser tan magnánimos como en España con el tema del sobrepeso y me dejaron pasar tranquilamente los diez kilos de más, conque apuntad: podéis traerme todo lo que queráis con un límite (todo el mundo se pasó de peso y sólo sé de una al que le hicieron pagar).

Después de eso me despedí de mis padres y hermana con un extraño hormigueo en el cuerpo, por verme una vez más en una situación un tanto abrumadora. Tomé aliento y pasé el control policial del aeropuerto, hacia el aeropuerto de destino: Helsinki-Vantaa.

Helsinki-Vantaa
Todos los caminos llevan a Vantaa, dice el carrito de llevar el equipaje

———

Esta es la primera parte de una serie de posts sobre mis primeros días en Finlandia, del viaje que me llevó allí y de lo que sentí al llegar. Este es el índice de todos los artículos de esta serie, para que sea más fácil navegar por ella.



Curioso chiste sobre los nórdicos que cuentan

¿Como se sabe si un finlandés es extrovertido o introvertido?
Un finlandés introvertido, cuando habla contigo mira a sus zapatos.
Uno extrovertido cuando te habla mira a tus zapatos.

———

Es mayormente cierto: los finlandeses son más introvertidos que nosotros. O, más correctamente, no necesitan hablar (hacer small talk) para pasar el tiempo tal y como nosotros lo necesitamos.

Pero por suerte el Erasmus en Finlandia es todo – en mis primeros días – todo fiestas y pocos finlandeses.

Con todo espero poner bastantes fotos por aquí pronto y hablar sobre los primeros días en finlandia y en el spanish ghetto (Latolankatu), en el que ya uno se siente como en casa.

¿Sabes algún otro chiste sobre los finlandeses o los nórdicos? Compártelo en los comentarios.