Cosas que echo de menos en el extranjero (8): las gafas de sol

Yo mismo con unos amigos y mis gafas de sol, disfrutando de un día de verano
Fuente.

Si hay un artículo al que desde muy pequeño le tuve especial cariño, ese son las gafas de sol. Siempre dije que si tuviera todo el dinero del mundo probablemente tuviera una colección de ellas. Ni de coches, ni de ropa: de gafas de sol. Algo de eso se adivina en el blog: en las dos fotos que yo tengo en el apartado «sobre los autores» estoy llevando gafas de sol. Si me pongo a pensar en el por qué a mi gusto por las gafas de sol no puedo llegar a ningún momento definitivo en el que diga: me gustan y me gustan mucho, pero la cosa está ahí.

A este tema me referí de pasada en el segundo post de la serie de cosas que echo de menos (o no) en el extranjero, y este post viene un poco a complementarlo.

En el centro y en el norte de Europa hay menos días soleados que en el sur, y eso es un hecho. Y ese hecho tiene una consecuencia clara para mi: no puedo llevar gafas de sol tanto como me gustaría. Habiendo pasado ya unos cuantos años viviendo fuera de España, que haya unos días grises ya no es realmente un problema sino algo que simplemente pasa (el que haga frío, y quién lo hubiera dicho después del Erasmus en Finlandia, sí que se ha convertido en un problema para mí), pero eso afecta directamente a mi gusto por ponerme unas gafas de sol para salir a la calle.

¿Será que sencillamente asocio gafas de sol a que sea un día soleado y eso ya de por sí mismo es algo bueno? No estoy seguro, pero lo que sí sé es que echo de menos en el extranjero el ponerme más a menudo mis gafas de sol, tal y como puedo hacerlo en España.