Black Jack

Hace tiempo comenté que los fineses eran un poco ludópatas. Las máquinas tragaperras estaban en todas partes, incluidos quioscos y en el barco los chavales, que habían visto a sus padres hacerlo, se ponían a jugar también.

Eso no es lo único que pasa en Finlandia respecto al juego. En las discotecas hay también para jugar al Black Jack.

Para entrar a las discotecas finesas hay que tener normalmente más de veintidós (22) años, con lo que así se aseguran que pueden ir gente que pueda jugar. Las noches en el Giggling Marlin son un buen momento para jugar. Adam, Michel y en menor medida Miguel se apuestan un par de euros a ver si se ganan una cerveza o, en el peor de los casos la pierden.
La cosa es que el juego es adictivo: Krutki (Dominik, mi compañero de piso del primer semestre, apodado ahora «el corto», krutki en polaco) llegó a perder en una noche unos cien euros y Adam tampoco se quedaba atrás.

Yo no he llegado a jugar, pero un día me contaron algunos trucos para tener más posibilidades de ganar que ya he olvidado y que venían de uno de los crupieres del Giggling.

Hagan juego
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